Dos de las preocupaciones más comunes entre los dueños de mascotas pertenecientes a la orden Carnivora que se inician en la alimentación natural son la inclusión de huesos en la dieta de sus animales y las bacterias. En otros artículos de nuestra página hemos hablado acerca de los beneficios de los huesos en la dieta natural de los hurones y de la forma adecuada de suministrarlos: en piezas grandes y manejables que fuercen a nuestros animales a ejercitar la mandíbula para que así no sientan la tentación de engullir piezas enteras, lo que podría provocar atragantamientos u obstrucciones. En este artículo nos centraremos en las bacterias, un tema también muy controvertido en el sector veterinario.
Las bacterias y los riesgos alimentarios más allá de la dieta natural

Las bacterias están en todas partes. Son una parte natural de nuestros ecosistemas y podemos encontrarlas en cualquier lugar; desde las profundidades del océano a las cumbres montañosas más elevadas. Se encuentran en la tierra, en el aire y en el cuerpo de los animales, entre los que debemos incluir a los seres humanos. Las bacterias son una parte integral de la salud de nuestro planeta y, por ello, son ineludibles.
En nuestra cadena alimentaria, tanto en la etapa de producción como en la de suministro cárnico, podemos encontrar bacterias potencialmente peligrosas, tal y como evidencian estudios recientes. Todos los alimentos que les podemos ofrecer a nuestros animales presentan algún tipo de riesgo para su salud. La pregunta entonces no es si esos riesgos existen, sino hasta qué punto son resaltables. La carne cruda puede contener bacterias, pero el pienso también puede estar contaminado con los mismos patógenos y contener además el peligro añadido de presentar micotoxinas, que en el pasado han provocado enfermedades y también han acabado con la vida de muchos animales. Algunos organismos e instituciones recomiendan que los dueños de mascotas no alimenten a sus animales en la cocina o que no laven sus comederos en el fregadero o en la bañera, pero no se han emitido advertencias similares en lo que respecta a la preparación y manipulación de la carne de consumo humano que se encuentra presente en estos mismos hogares.
Los alimentos comerciales (piensos, balanceados o croquetas) de carnívoros estrictos también presentan riesgos, como puede ser la deficiencia involuntaria de vitaminas o la presencia de elementos tóxicos, por no mencionar los problemas de control de calidad relacionados con las prácticas de procesamiento del alimento inherentes a la industria alimentaria de mascotas. El envenenamiento alimentario que tuvo lugar en 2007 en Estados Unidos (Harrington, 2016; Sivaraman, 2007) es uno de los mejores ejemplos de los riesgos reales de la contaminación alimentaria destinada a animales
Como propietarios de animales carnívoros lo que debemos hacer es proporcionarles a nuestras mascotas el alimento que su sistema gastrointestinal de alto rendimiento está diseñado para procesar. Debido a su naturaleza de carnívoros estrictos, nuestros hurones están extraordinaria y específicamente diseñados para beneficiarse de los tejidos, los huesos y los órganos de sus presas y es exactamente ese tipo de alimento el que deberíamos proporcionarles. Es la dieta que contiene el perfil nutricional de mayor calidad para ellos y el menor riesgo de contaminantes.
¿Qué pasa entonces con los patógenos potencialmente nocivos?

Por muy difícil de creer que parezca, uno de los argumentos básicos de la ciencia natural es que cualquier animal nace con las herramientas y las condiciones necesarias para preservar un buen estado de salud. En lo que respecta a la alimentación, los carnívoros estrictos han desarrollado una defensa efectiva y natural contra las bacterias que se encuentran en sus alimentos y en su entorno. Esta protección comienza en la boca, más concretamente en una enzima salival denominada lisozima. Esta enzima ataca a las bacterias y a otros patógenos y puede incluso neutralizar las bacterias que se encuentran en el pelaje de nuestros animales y que ingieren cuando se asean.
Las bacterias que consiguen romper la barrera de la boca llegan a un estómago extremadamente ácido que contiene ácido hidroclórico y varias enzimas digestivas, un entorno altamente adverso para estos patógenos. Una vez abandonan el estómago y llegan al intestino delgado, las bacterias se encuentran con obstáculos adicionales, entre los que se incluyen los potentes agentes antimicrobianos que son las sales biliares que produce el hígado. El páncreas también segrega enzimas además de bicarbonato, que destruye las paredes celulares de las bacterias invasoras.
Tras dejar atrás el intestino delgado, la materia digestiva accede al intestino grueso que, si bien es cierto que no se caracteriza por presentar mucha flora, contiene bacterias beneficiosas para el organismo. Esta flora intestinal natural compite contra los patógenos supervivientes y los expulsa con éxito del organismo. Las lisozimas están también presentes a lo largo del tracto digestivo y también son expulsadas junto a las heces del animal.
Todo este proceso sucede muy rápido, lo que implica que los patógenos no tengan tiempo de multiplicarse. Los hurones, además, tienen uno de los tractos digestivos más cortos del reino animal, lo que hace que una dieta basada en alimentos de origen animal se digiera a una velocidad asombrosa, pues tan solo bastan 12 horas para que el alimento pase completamente por su organismo.
Resumen y conclusiones
Numerosos estudios han demostrado la estrecha relación que existe entre la dieta natural de los carnívoros estrictos y sus características intestinales; pues lo que come el animal tiene un impacto directo en el modo en el que se digiere ese alimento. Gracias a la composición de la saliva que secretan durante la comida, a la actividad de las enzimas estomacales e intestinales y a otro tipo de secreciones digestivas, además de la rapidez con la que la comida se mueve por el tracto digestivo, las dietas caracterizadas por poseer un alto nivel de proteína o de humedad tienen un efecto muy saludable en los carnívoros estrictos. La dieta cruda no solo es positiva desde el punto de vista nutricional, sino que provoca una reacción en cadena de acciones químicas que incrementan de forma activa las defensas naturales de los hurones frente a los patógenos. Según los estudios llevados a cabo por la doctora en nutrición Celeste Yarnall, el cuerpo del gato, uno de los carnívoros estrictos más populares como mascota junto a los hurones, es tan efectivo en lo que respecta al control de bacterias que destruye aproximadamente el 98 % de los patógenos que ingiere.
La protección presente en la boca, las reacciones químicas internas y la corta digestión hace que los carnívoros estrictos estén perfectamente equipados para consumir la dieta cruda de proteína animal para la que están naturalmente diseñados.
Referencias bibliográficas
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